Reseña: La casa de las bellas durmientes - El Radar Literario

La casa de las bellas durmientes Agnes Grey un beso en parís  40199054 40043351 El mañana empieza hoy Jesús me quiere 

20 abril 2023

Reseña: La casa de las bellas durmientes


Título: La casa de las bellas durmientes
Título original: 眠れる美女, Nemureru bijo
Autor: Yasunari Kawabata
Libro: Autoconclusivo
Páginas: 70
Género: Erótico/Narrativa/Novela
Editorial: Austral (Planeta)
Calificación: 4 Estrellas

SINOPSIS

No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada; estaba en la habitación de 4 metros cuadrados y no había más habitaciones en el piso superior. Todo estaba en silencio, el portal no ostentaba ningún letrero y el lugar apenas podía llamarse Posada. Era su primer visita.

Una mujer de baja estatura y aparentemente, de unos 45 años con voz juvenil, no miraba a Eguchi con frecuencia. Preparó el té. Nada sugería que allí se albergaran secretos insólitos. Rogó no intentar despertarla, aunque haga lo que haga no lo lograría; se levantó y abrió la cerradura. Luego le entregó la llave.

Ella lo espera en la habitación contigua; Eguchi estaba sorprendido.
Sabía, por un viejo conocido que frecuentaba el lugar, que habría una muchacha esperándolo y ahora que se encontraba ahí, era incapaz de creerlo.

Tomó la llave. Solía tomar un poco de whisky antes de acostarse.
Durante 67 años, había pasado noches ingratas con mujeres. No era por su aspecto. Eran sus tragedias y sus vidas frustradas. No quería añadir otro episodio al historial.

La fealdad de la vejez lo acosaba, no tenía intención de violarlas y no lo haría.
Bajó la cortina y miró a la muchacha. No fingía, su respiración era de un sueño profundo. Era más hermosa de lo que había esperado, no debía pasar de los 27. La cuestionaba con el objeto de poder tocarle la mano.

Se desnudó con decisión, se deslizó discretamente bajo ella, temeroso. Estaba desnuda. Para no avergonzarse de un viejo que ya no era hombre, había sido convertida en un juguete viviente. Estaba aquí para ser contemplada, él sabía que la durmieron con ese fin.

El viejo Kiga le dijo que sólo podía sentirse vivo cuando se hallaba a una muchacha narcotizada. Acudía allí cuando la desesperación de la vejez le resultaba insoportable.

Sus 3 hijas estaban casadas; desde hacía algún tiempo intimaba con una geisha; ella sabía que él tenía esposa e hijos y no volvieron a estar en buenas relaciones. Sus padres concibieron sospechas. ¿Por qué volvían a él estos recuerdos, tan alejados en el tiempo? Procedían de muchos años atrás. ¿Solía repetirse a medida que uno envejecía?

Ella había muerto hace tiempo y deshechó todas sus dudas.
Solía evocar recuerdos de las mujeres con quienes tuvo relaciones amorosas.

Buscó el pulso, asiendo la muñeca con el índice y el dedo mediano, era tranquilo y regular. El caudal de la nostalgia continuaba siendo un recuerdo poderoso que el viejo Eguchi no podía desechar.

MI OPINIÓN

¡Hola amigos, gracias por su paciencia!

Jamás había descuidado tanto este espacio que me permite hacer algo de lo que más amo en la vida: hablar de libros. Pido una tremenda disculpa.
En esta historia en particular pude entender lo que para Oriente es el erotismo, un concepto completamente diferente al de Occidente; y en forma de literatura, es una prosa que traspasa la intriga del atrevimiento escrito.

En lo que en este lado del mundo pudiera llamarse "casa de citas", este sería un lugar (según mi interpretación) con el diseño de los templos de Kioto, a una menor escala y tamaño, con una discreción absoluta. Incluso su dirección no es muy precisa, pues por lo mismo se mantiene la secreción del cliente y la muchacha. Suele ser habitado por hombres de la tercera edad, en una etapa donde quieren, tal vez, revivir el vigor de donde se encontraron en el pináculo de la edad.

Eguchi, un hombre que durante gran parte de su vida vivió feliz con su esposa y sus 3 hijas, de repente, se vio atravesado por la realidad: llegaba a la tercera edad y no sabía qué hacer de su vida, dado su historial de la misma; conforme avanzan los capítulos, nos damos cuenta de cómo es que hasta ahora era consciente de aquella vez que se vio con una amante, de cómo lo buscó otra mujer.

Es un monólogo del autor sobre ese momento... }
Cuando llegas a una edad donde o te arrepientes de lo que no hiciste, o te enorgulleces de lo que sí hiciste. Porque es hasta ahora que te atreves a aventurarte a eso que tardaste años en decidirte; entre el trabajo, tu vida propia, un hijo no planeado, una vida resuelta y mucho que pensar.

Es un libro tan cortito que traté de exprimirle lo más que pude, la tesis que me deja, el mensaje que da el autor... sin embargo, sentí que redundaba en lo mismo; un día iba y se encontraba con una muchacha. Otro día regresaba y se encontraba con otra un poco mayor, hasta que se percata que perdía su tiempo dándole vueltas a lo mismo y en los últimos capítulos rosa la demencia y la intensidad sube de golpe... para dejarme con 2 capítulos finales que no logré entender.

Hasta que tuve la reunión con mis amigos del Club de Lectura Guadalajara y entendí por qué pensaba así Eguchi. Y es algo que no ha cambiado hasta la fecha, ya que si no logramos soltar nuestro pasado, desanclarnos de nosotros para siempre, entonces podremos ampliar nuestros horizontes, ya que nosotros mismos nos ponemos el pie y culpamos al pasado de nuestro presente, cuando éste deberíamos tomarlo como trampolín, no como hamaca. Todo esto a título personal.

Fue una lectura agradable, relativamente rápida y para un fin de semana.

¡Muchas gracias por leerme, nos vemos en la próxima!



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