Reseña: El Ídolo Inmortal - El Radar Literario

La casa de las bellas durmientes Agnes Grey un beso en parís  40199054 40043351 El mañana empieza hoy Jesús me quiere 

21 mayo 2021

Reseña: El Ídolo Inmortal

 


Título: Pedro Infante - El Ídolo Inmortal
Autor: José Ernesto Infante Quintanilla
Libro: Autoconclusivo
Páginas: 217
Género: Biografía/Documental
Editorial: Océano Exprés
Calificación: 5 Estrellas

SINOPSIS

Aunque nació en Mazatlán, él mismo pregonaba ser oriundo de Guamúchil.
A principios de 1919 don Delfino tuvo una oportunidad de trabajo con mejores condiciones y se mudó con su familia a Guasave y más tarde, durante los primeros meses de 1920, se trasladaron a Rosario, Sinaloa.
Pedro fue el tercero de quince hermanos, de los cuales sobrevivieron nueve.
Doña Refugio también contribuía al gasto familiar, haciendo labores de costura. Mucha de la ropa utilizada por su hijo Pedro fue confeccionada por ella.
La movilidad de la familia Infante Cruz fue constante, siendo así que fueran conocidos por muchos rincones de Sinaloa.

Desde los 9 años, Pedro buscó sus primeros ingresos para el gasto familiar y, a partir de esa edad tuvo una mística filantrópica resumida en 3 palabras: don para ayudar.
Don Eduardo Angulo le dio su primer empleo, frente a la estación de ferrocarril "haciendo de todo"; hasta la adolescencia a principios de los años 30s, trabajó en uno de las actividades que más disfrutaba hacer: la carpintería, misma que le fue instruida por don Jerónimo Bustillos quien, a la larga, se convertiría en un segundo padre para él.
También le enseñaría los secretos de la ebanistería.

Pedro tenía un oído privilegiado, logrando dominar al poco tiempo instrumentos de cuerda, viento y percusión. Sin embargo, Pedro no podía quedarse quieto: siempre quería aprender algo nuevo.
Mas tarde un leal y simpático amigo, el güero Venustiano Gaxiola, le enseñó el oficio de peluquero, acto que seguidamente practicaba con sus hermanos y posteriormente le serviría como un ingreso complementario en el gasto tanto personal, como familiar.

El tiempo seguía su curso y la familia Infante Cruz no dejaba de reinventarse.
Hasta que a sus 17 años, Pedro tuvo el inicio de las penas y las dichas en el amor; tuvo que dejar su relación con Guadalupe Márquez so pena de amenaza de un tal Rodríguez. Pero el amor volvería a sonreírle, cuando conoció a Guadalupe López y fruto de aquellas tiernas miradas daba a luz a su primer hija: Guadalupe López Infante.

Hasta que en 1939, con su entonces actual pareja María Luisa León Rosas, se traslada a la Ciudad de México, instalándose muy cerca de la XEW y XEB.

¿Pero qué pasó en ese tiempo que de haber tenido a su primer hija, ahora tenía otra mujer y se cambió de cuidad?

Esto y muchas otras dudas, son resueltas en este libro. 
Que habla de hechos y curiosidades hasta ahora revelados al público y que quizá alguna vez se preguntaban, por ejemplo, ¿cuántas canciones interpretó?, ¿de cuales y cuántos autores?, ¿por qué prefería convivir con la gente humilde y no acudir a cenas en restaurantes finos?

¡Sean ustedes bienvenidos!

MI OPINIÓN

¡Muy buen día a todos, están en su blog!
¡Siéntanse cómodos!

Leer este libro me llenó algo muy especial dentro de mí.
Mientras más leía y aprendía sobre la vida de Pedro, me di cuenta que él se sentía una persona más en este mundo, ni por encima ni por debajo de nadie.
Ya que desde niño aprendió a ganarse la vida, con la diferencia de que tuvo unos padres que le enseñaron todo esto a partir del cariño y la responsabilidad, y que confiaban en él, mucho.

Esta biografía escrita por su sobrino Jose Ernesto y avalada por su hija Lupita Torrentera, empieza diciendo que sus giras entre 1944 y el 1956 fueron llenos totales en el teatro Million Dollar de Los Ángeles, e incluso algunos productores estadounidenses tenían importantes proyectos con Pedro al lado de figuras como John Wayne, John Derek, Kirk Douglas, Marlon Blando y Marilyn Monroe. 

El haber conocido a don Guillermo Kornhauser, director de discos Peerles, en 1943 fue un salto definitivo a la fama y un cambio de vida que, empero, no cambió su vida en sí. Pedro nunca perdió el piso, ni se sintió en las nubes. A pesar de ser el actor mejor pagado de la época, no dejaba de convivir con su público y muy de cerca, es mas, yo diría que demasiado. Como en aquellas veces que cuando terminaban sus presentaciones en las plazas de toros o en los foros de espectáculos, se salía con el resto de la gente que sabía que no tenía para pagar un boleto y, solo le bastaba una guitarra para empezar los recitales que terminaban hasta la salida del astro mayor.

Al ser un hombre tan popular, los corazones de las damas quedaban cautivadas ante sus encantos. Es por eso que muchas buscaban su cariño, pero pocas conquistaban su corazón.

Pero tenía poco tiempo para el amor, al de la vida real, me refiero.
Porque a partir del día 24 de junio de 1942, comenzó el rodaje de la película La feria de las flores, estelarizada (y siendo apadrinado) por Antonio Badú, María Luisa Zea y Fernando Fernández, con quienes llevaba una sincera amistad; a partir de ese día, Pedro no dejaba de trabajar, ya que si no estaba filmando una película, ya pensaba en el guión de la siguiente o en memorizando sus diálogos para su presentación en el teatro o preparándose para la siguiente canción que iba a grabar.

De verdad, entre más leía menos deseaba que se me terminara el libro.
Me contagiaba las ganas de tener sus energías, de no quedarse estancado en un papel o en una canción; no paraba de hacer lo que le gustaba y tenía tiempo para todos. Hasta la fecha se han revelado más anécdotas de las que puedo recordar y de las que vienen redactadas en este libro. Así como un día recibía a un grupo de niños de primaria en su casa, el otro día, así fueran las 3 de la mañana y llegara una señora rogando encontrar sangre para su mamacita que llevaba días en el hospital... ¿qué no haría él, sino ser el mismo donador?
O repartir autógrafos por dondequiera que lo detenían, ya que jamás dejaba a nadie sin dejarlo feliz y satisfecho.

Y es que su amabilidad no se limitaba al público en general; este gesto lo reflejaba con sus compañeros actores, camarógrafos, guionistas, locutores de radio, cantantes... para él todos eran personas como él y las trataba con la misma amabilidad de siempre.
Es por esta característica que siempre he sido un admirador de él, porque hoy día ya poco se ve esta actitud en las celebridades de ahora.

Pero volvamos al tema.
Él sin desearlo, obtuvo mucha fama; de manera que los compositores de la época lo buscaban, al ser considerado el creador del bolero ranchero y una especie del rey midas, ya que todo lo transfiguraba en oro.

Como dato curioso, meses antes de su fallecimiento grabó su último éxito: "Pa'que sientas lo que siento".

Y hablando de su deceso... esta parte fue la más dura del libro.
Aquel abril de 1957 marcaba el final de una historia de vida ejemplar, al perder el control sobre la avioneta que él mismo controlaba y que a pesar de haber notado irregularidades antes de su despegue, confiaba en que se podían arreglar sobre la marcha, siendo esto, por desgracia, una falacia.

A partir del primer año, se hicieron año con año aniversarios luctuosos de su fallecimiento y en cada uno de estos aparecían testimonios evidenciando el buen corazón de Pedro, que hacía todo lo que estuviera en sus manos por ayudar su prójimo. 
Es algo que seguirá año con año y que cada que veamos sus películas, escuchemos sus canciones y usemos sus frases en nuestro lenguaje coloquial, sólo será porque él sigue viviendo en nuestros corazones, y quizá su presencia física se haya ido... pero su espíritu permanecerá, como dice la canción: por toda la eternidad.

¡Gracias por leerme, nos vemos en la próxima!

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