Reseña: Momo - El Radar Literario

La casa de las bellas durmientes Agnes Grey un beso en parís  40199054 40043351 El mañana empieza hoy Jesús me quiere 

31 mayo 2021

Reseña: Momo

 


Título: Momo
Autor: Michael Ende
Libro: Autoconclusivo
Páginas: 314
Género: Infantil/Clásico
Editorial: Alfaguara (Penguin Random House)
Calificación: 4 Estrellas

SINOPSIS

Hace mucho tiempo, cuando los hombres hablaban otras lenguas, existían ya las grandes y ciudades pobladas. Con grandes palacios de reyes y emperadores, sobre todo había grandes teatros; los había tan grandes como un campo de fútbol, y otros más pequeños con capacidad para unos cientos de espectadores.
Dichos anfiteatros eran al aire libre.

Miles de años después las grandes ciudades de aquel tiempo cambiaron y los templos y palacios eran derrumbados. Sin embargo, algunas de esas viejas metrópolis siguen siendo actualmente grandes.

Y en una de esas ciudades transcurrió la historia de Momo.
En el extremo sur de esa gran ciudad quedan ocultas las ruinas de un pequeño anfiteatro.
Se corría la voz de que alguien vivía en las ruinas, se trataba al parecer de una niña pequeña y bastante flaca, de modo que como podía tener 8 años, podía tener 12. Tenía unos grandes ojos negros y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza.
Momo no poseía nada más que lo que encontraba por ahí o lo que le regalaban.

Debajo del escenario en ruinas, cubierto de hierbas, habían cámaras derruidas a las que se llegaba por medio de un agujero en la pared: ese es el hogar de Momo. Le preguntaron de dónde venía y con la mano daba a entender que procedía de algún lugar cualquiera a lo lejos. Le preguntaron sobre sus padres y se encogió de hombros, le preguntaron sobre su edad y dijo: 100, pero luego corrigió: 102.
Tal parece que ella solo conoce esos números. 
Pero eso sí, ¡sabe cuidar muy bien de sí misma!

Un albañil le construyó una casita y un viejo carpintero le construyó unas cajas, una mesa y dos sillas; la cueva de piedra debajo del escenario ahora era una acogedora habitación, y el albañil pintó un bonito cuadro de flores en la pared. Y luego llegaron más niños con sus papás y le llevaban comida que les sobraba y entonces, así comenzaba la amistad entre la pequeña Momo y la gente en los alrededores.

La gente pronto se dio cuenta de la suerte que tenían al tener a Momo, se necesitaban mutuamente y se preguntaban cómo era que podían vivir sin ella.
Momo sabía escuchar y escuchaba a todos, y en esas noches soñaba cosas hermosas.

Hasta que un día, todo lo que en un momento era felicidad... terminó por hacerse gris:
- La gente corría de un lugar a otro, pues no quería perder su valioso tiempo en tonterías.
- Los autos corrían presurosos a sus hogares, pues necesitaban ahorrar tiempo.
- En los semáforos, la gente se abarrotaba al querer cruzar la calle, pues su tiempo es valioso.
- Y aunque a los niños el tiempo no les preocupaba, los adultos procuraban hacerlos infelices.

Algo había sucedido, alguien que definitivamente no actuaba solo.
Y todo el convivio sano y la armonía se iba deteriorando poco a poco.
¿Qué sucedió?

MI OPINIÓN

¡Muy buen día amigos lectores, espero la estén pasando bien!

Esta historia fue un guiño a la realidad, que los niños lo entienden de una manera, pero el mensaje para los adultos es muy claro.

Todo empieza cuando encuentran a una tierna Momo, de familia desconocida. Tratan de ayudarla pero no quiere ser ayudada, ya que ella considera que se encuentra bien como está. Con el tiempo la conocen más y le construyen un mejor hogar y simpatiza con los niños y los adultos: Momo se convierte en una persona de confianza para todos.

Avanzado el tiempo y Momo se convierte en una especie de terapeuta, donde la frase: "ve con Momo" es parte del vocablo local. Todo muy bien hasta aquí y hay un equilibrio entre el convivio de la ciudad... hasta la llegada de los Hombres Grises.

Nada más de llegar el primero y hacerle coco wash al peluquero, presentí que algo iba a suceder y mi corazón se aceleraba. Le dio una cátedra sobre la importancia de "ahorrar tiempo" que el pobre hombre terminó creyéndoselo todo: no debía dedicarle tiempo a sus seres queridos, ni a la chica con la que quería quedar, ni ser amable y simpático con sus clientes. Todo cambió de la noche a la mañana, si antes charlaba y simpatizaba con quien le cortaba el pelo, ahora todo el tiempo tenía cara de pocos amigos, hacía las cosas al aventón y no escuchaba quejas, porque no quería perder 1 segundo de su vida sin llegar a la meta: dentro de 20 años quería ser alguien mejor que lo que ya estaba haciendo (¿que no era bueno en eso?), y quería destacar por encima de todos y quedar grabado en los anales de la historia.

Puedo afirmar que hasta la fecha, los hombres grises se encuentran en la radio, en las redes sociales, en la televisión, etc., haciéndonos creer que si hacemos lo que más nos gusta, no obramos bien. Es una pérdida de tiempo para nuestro futuro, por eso hay que ahorrar tiempo y escucharlos a ellos, haciendo todo lo que nos digan (porque saben de lo que hablan) y sin siquiera atrevernos a dudar.

Repito, desde la intervención del primer hombre gris hasta a mí se me acabó la felicidad.
El comportamiento de todos los habitantes de esa parte de la ciudad (no dice cuál, pero podemos interpretar la capital de nuestro país) es de total antipatía, todos pensando en sus cosas, actuando como robots, siendo rutinarios, moviéndose por horarios, sin tener la capacidad de pensar en lo que hacen.

¡Pero no todo estaba perdido!
¿Por qué no podemos ser un poco más como los niños?
Mientras los adultos se movían sistemáticamente, ellos simplemente disfrutaban del presente, se divertían, jugaban, inventaban juegos, se organizaban para no aburrirse (en parte con ayuda de Momo) y vivían el presente a pesar de la amargura de los adultos.

Y la primera al rescate es Casiopea, esa tortuga cuyas respuestas se encuentran en su caparazón.
Momo y Casiopea se convierten en las heroínas de la historia. Momo, a partir de la fe, el atreverse a hacer lo que nunca ha hecho, enfrentando sus miedos y actuando ante su propia desconfianza y autocrítica, hace todo lo que el maestro Hora (si lo leen, sabrán a quién me refiero) le delega.

En el libro hay infinidad de referencias que los niños entienden de una manera, pero los adultos las comprendemos desde otro ángulo. Y aquí comprendí que solo alguien como Momo podría aceptar las ordenes de Hora, porque se necesita de la inocencia de alguien que no conoce el mundo, pero sí conoce la esperanza, la creencia de que sí se puede.

Muy cerca del final, tarde me di cuenta que el libro se me estaba terminando.
Olvidaba mencionar a Beppo Barrendero y Gigi Cicerone, que de este último hay tela de dónde cortar, ¿hasta dónde nos puede llevar nuestra ambición por querer ser "alguien"?... cuando en realidad ya somos alguien para nuestros seres queridos.

Amigos, si quieren despejarse un poco y quieren una inyección de realidad mezclada con algo de fantasía y de paso leer un clásico que a pesar de haber sido lanzado en el año 73, yo pienso que aún en estos tiempos -por desgracia- algunos de los ejemplos siguen repitiéndose, por más que avance la tecnología y tengamos los relojes más modernos del mundo... el tiempo sigue corriendo a la misma velocidad de siempre.

¡Muchas gracias por leerme, nos vemos en la próxima!

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